Fui invitada a presentar mi libro El incendio de las mariposas en el marco del foro Voces femeninas en la literatura guerrerense contemporánea, organizada por la coordinación de literatura de la Universidad Hipócrates, en Acapulco, Mx.
Durante la presentación de libro compartí mesa con el escritor Sebastián Guerra, quien hizo alusión a la polifonía del libro y al hecho de que es un trabajo literario escrito en español y portugués. Asimismo, rescató la evolución mostrada desde la publicación de El péndulo de cal en 2013 hasta El Incendio de las mariposas, publicado en 2015.
Se dio un diálogo muy franco, que en lo personal, disfruté mucho.
Una presentación de libro es una oportunidad para salir de la comodidad de la percepción individual y procesar la información de los cuestionamientos que nunca te hiciste. Una oportunidad para confrontar el discurso propio y para retomar debates atemporales.
Uno de esos debates es si el arte debe tener una función social o apegarse de manera exclusiva a fines estéticos. En casa, nunca vi a nadie crear con una función social. En mis influencias artísticas de la niñez y adolescencia, no encontré tampoco esto, de manera directa y deliberada. Sin embargo, si bien cuando escribo no pienso plenamente en la función social de un libro, sí pienso en los efectos psicológicos que deseo provocar, cuando llegue a ciertas manos, muy específicas, y en los candados que habré de poner, para que sea un texto distinto, si no se poseen las características del sector-meta.
Es como si creara dos (o muchos) tipos de voces, mensajes y proyectos distintos que coexisten, fruto de una disociación que me resulta adictiva, de la experimentación y de un determinante miedo a sentir aburrimiento.
No puedo desprender el discurso psicológico de mi trabajo, porque estudié psicología clínica, con el objetivo consciente de conocer a fondo la psique, para traducirla en textos capaces de articular, activar y procesar la información de una memoria colectiva, a menudo traumática.
Al escribir, me gusta dialogar con el cuerpo que cobra cada diagnóstico y cada síntoma. Rescatar el ritmo, la voz, la sintaxis y el silencio de cada trastorno. ¿Para qué evocar la psicología de manera inocente si, clara en el pensamiento, puede cobrar una fuerza adaptada al estado anímico de cada lector? De esta pregunta, se desprenden mis búsquedas y en ella, se refuerza una necesidad intrínseca y fuerte de congruencia.
Aunque pueda parecer ideal, no deseo adoptar un discurso fácil, purista, aceptable y adaptado al estudio de lo que un grupo quiere escuchar, defender y validar en un momento específico.
Nunca me ha gustado ni he podido desarrollar sentido de pertenencia con grupo alguno, aunque, con este libro, justamente, he comprendido que mi discurso es un arma de doble filo porque vulnera mi trabajo a enfrentar situaciones socialmente aceptadas de plagio parcial. Aunque, no todo está perdido; dichas experiencias de plagio, han reforzado mi convicción. Prefiero escribir, sometida a métodos propios y poder ir temáticamente hacia donde quiera, cuando quiera, que tener un discurso plenamente literario para contrarrestar los efectos de una creación basada en la presentación de obras e ideas de otro autor, como si fueran propias.
El incendio de las mariposas se ha convertido, por mucho, en un acto de honestidad en mi vida y cuyo manifiesto, por peligroso que parezca, es el que me interesa defender.