Instrucción: En El Prado, quédese lo más que pueda frente a Las meninas de Velázquez.
Edmundo Font, inspirado por la memoria del Museo del Prado, las meninas y Diego Velázquez, realiza una exposición de pinturas al óleo y en acrílico, para indagar en el cuadro, los significados llevados, las interpretaciones, los personajes, la simbología y los homenajes de otros artistas, como Picasso.
En Marzo del 2017, en la GB Gallery de la Ciudad de México (ubicada en la Colonia Avenida Baja California 295, Hipódromo, en La Condesa), entre cámaras, rostros y copas de vino, el pintor está presente: una serie de cuadros reunidos bajo el título “Vislumbres de las meninas”, que hace un homenaje a la importante obra, desmenuzando y presentando a los coleccionistas, los críticos y los espectadores un artefacto y un lente de aumento, para observar con mayor precisión lo que ocurre en el cuadro original, como si se estuviese al interior.
La propuesta estética y discursiva acerca a las personas a los misterios y complejidades de la obra, tras cuatro décadas de amor alimentado por la pieza y bocetos en cuadernos de pintura que reflejan en todas sus páginas a las mismas personas y al mismo perro de mirada entrecerrada.
Esa clase de visitante de museo es Edmundo Font: distante de quien pasa de largo los cuadros, para abreviar la experiencia. Él contempla por largo rato cada cuadro, no importa cuántas veces haya estado frente a él ni cuántos libros de arte y tapa dura tenga en su casa, siendo consultados con frecuencia para descubrir y nutrir, a menudo, nuevas percepciones. Es el pintor que viaje, de modo congruente, con una libreta especializada para realizar esbozos rápidos una y otra vez, mientras el mundo, alrededor, retrata con sus cámaras o celulares inteligentes los detalles, para luego guardarlos en un disco duro y no mirarlos más. En esas condiciones, Font apuesta por la memoria de sus manos.
El derecho al homenaje lo otorgan más de 14,600 días de lazo con ella, porque los cuadros no son elegidos por las personas; son las personas las elegidas por los brochazos, las gamas de color, las texturas y las voces ahí, en los ojos de los unos o de la nada, que conectan con quien los observa en el intento de conquistar una respuesta o un latido.
Edmundo Font tenía veinte años, cuando se quedó estático y deslumbrado frente a la imagen; en ese entonces, entró al diálogo por la puerta del espejo y decidió recrear aquel juego en uno de los cuadros de gran formato de los Vislumbres de las meninas, que no siempre se llamaron así. Según la enciclopedia del Museo del Prado, en 1666 el título fue inventado como Retrato de la señora emperatriz con sus damas y una enana, en 1734 aparecía citado como La familia del Señor rey Phelipe Quarto y posteriormente fue titulado La familia. El nombre mutó hasta llegar al que conocemos en la actualidad.
Las meninas, iluminadas por una luz mortecina, encierran celosamente una serie de verdades sobre las preguntas que suenan como música ambiental en el museo. Encierran el silencio, el polvo y la reproducción imaginaria de una brocha que acude a su encuentro. Todo pasa frente a los ojos de los espectadores. Todo se repite.
A través de Font, coexisten los personajes en diferentes planos, la dignidad de la mujer pequeña, los cuadros dentro del cuadro evocando a su vez a otros pintores como Rubens y sentir cómo todo se difumina, camino hacia el fondo, donde llegar o partir es un misterio que cambia los alcances y los motivos.
Pintadas en 1656, durante la última década de vida del artista, representan a la fecha un objeto de fascinación entre públicos diversos, al ser la obra maestra del gran pintor español y una de las mejores pinturas de la historia, tan distinta, tan viva en la medida que uno se acerca.
La exposición despierta una frase en los labios de mi profesor de sensopercepción, el catedrático José Jiménez, quien evoca a Sheler durante una clase: "Yo veo no sólo sus ojos, veo también que él me mira". Cuando estamos frente al cuadro de Velázquez y cuando estamos frente a los cuadros de Font, somos sensibles a la mirada de la familia real y su cortejo, a su cuestionamiento, somos sensibles a la mirada propia que nos encuentra como si recién nos conociera.
No somos los únicos que despojamos (al lienzo de sí mismo, al pintor, a los personajes), también estos nos despojan, nos invitan a la cercanía y por un instante, dejamos de ser eternamente nosotros mismos.
No todo ciclo iniciado es un ciclo que termina y no siempre es el artista quien elige la mirada. En ocasiones, no es otro sino él mismo, quien persigue la vulnerabilidad de las pupilas –primerizas– en sombras. La delicadeza de quien se planta frente a un cuadro, no para mirarlo sino para ser mirado por él, para ser desmenuzado y analizado: hombre-significado, hombre-interpretación, hombre-simbología, hombre-homenaje.
Edmundo Font, en una continuidad de la serie, deja rastros en el mundo futuro, traza meninas de luz en las pantallas táctiles en las avenidas y acepta el juego surrealista: Ser el ojo cíclope tras las meninas.
El pintor clausura los párpados con la tarde. Nace, dedo mojado en color, dedo mojado sobre el lienzo blanco, inspirado por Esref Armagan, un pintor ciego nacido en Turquía que pinta con un sentido innato del color y de la profundidad de la imagen, capaz de reproducir el baptisterio de la catedral de Florencia, con percepciones semejantes a las alcanzadas hace cinco siglos por Brunelleschi.
Armagan es pieza clave del juego, quien motiva una prolongación de Los vislumbres de las meninas, pero esta vez, en la oscuridad total, con el ojo único de las crestas de sus huellas dactilares. Una mirada sustraída entre las arias de Juan Hidalgo de Polanco, coetáneo de Diego Velázquez y el Bolero de Ravel.
Con el registro del pintor Luis Vargas Santa Cruz, el siguiente video rinde testimonio de un juego dictado por la imaginación, ajena de las preocupaciones morales y estéticas.
"Querida imaginación, lo que amo sobre todo en ti es que no perdonas."
–André Betón.
Video del juego surrealista:
Publicado originalmente en Cultura Colectiva, http://culturacolectiva.com/edmundo-font/